Pesca&BluesFernando Rodríguez.
EVOLUCIONISMO
Explorando un desierto del sur de Europa una calurosa mañana de primavera, me veo obligado a repostar. Lo hago en un bar
nacional. Muy nacional. Con todos sus extras:
Adornos navideños derritiéndose
inexorablemente sobre las
estanterías. Máquina traga perras creando alegre cacofonía con la televisión desde la que
escupe sus mierdas Ama Rosa. Cinco parroquianos nada rumbosos. Dos de ellos con
moscas. Las afrontan con dignidad de ñus del Serengueti. Pocos con café,
otros varios con el coñac. Parece que
afrontan una jornada larga sobre las altas banquetas. Camarero no muy aseado,
con legañas de poco dormir y poco ducharse. Bandera roja-amarilla-roja y escudo del real mandril. Grasa en las
estanterías protectoras de tapas. Suelo lleno de porquería. A pesar de que es obvio que lo posee en
abundancia, el camarero me mira con cara de “no tengo mucho tiempo” tras no
responder a mi saludo. Dejo mi salacot en la barra, le hago el pedido
vocalizando mucho y se aleja arrastrando los pies y mirando a la tv. Por ahí sale una política progre. El camarero
regurgita unos insultos en voz alta y casi todos los parroquianos celebran sus
elaborados comentarios. Un currela apura
su café y su tostada con jamón y se va para el tajo. No participará, por tanto,
en el presente estudio.
Los demás están inquietos. Olisquean. Se barrunta en el
ambiente una falta. Algo esperan todos estos ejemplares de gañán. Se oye una
furgoneta. Llega el que reparte la prensa.
Trae El Mundo, el Marca y la Voz de Almería. Saluda con la cabeza y los
ojos muy abiertos. Deja los periódicos en una esquina de la barra y sale
rapidito. Los parroquianos se van acercando poco a poco. Tienen interés. Anoto
alborozado en mi cuaderno de campo que a
todos se les daba por supuesto el dominio del fuego, así como el uso de los metales, pero también
son capaces de beneficiarse del entendimiento de registros literarios. Son
tres los que inician movimiento, pero se diría que dos de ellos se ralentizan
voluntariamente, ceden el paso con
sumisión al más dominante. Este se acerca y, triunfante, alza en su mano el “Marca”. Es el Alfa,
grande y gritón. No hay hombre más hombre que él. Los demás se pelean por las sobras. El Beta,
también grande, pero menos decidido, se
hace con “El Mundo” tras gruñirle, eso sí, al más débil, que se retira
avinagrado a su taburete con “La Voz de Almería”. Anoto que la hembra no ha
participado en la disputa. Ha sido pura selección natural. El camarero sube
la tv porque empiezan a hablar de una
asesina de niños. Ahí sí, la hembra, una peluquera de enormes tetas, golpea la barra y comparte a gritos su opinión pidiendo la
instauración de la pena de muerte. Y lo subraya con un “Y que sea lenta y dolorosa”. Ha derramado su bebida con el golpe.
El macho alfa levanta la mirada del Marca. Se encuentran sus ojos con los de la
peluquera. Él, muy canallita, le guiña uno. Ella recibe el gesto y,
ruborizada, repite musitando “lenta y dolorosa” mientras baja la mirada al
suelo con candidez. Ahí va a haber reproducción, alguien va a transmitir sus
genes a alguien, me digo sorbiendo el café.
Vuelvo a mi cuaderno para registrar mi pensamiento final y escribo
febril: Es insostenible pensar que una deidad haya sido capaz de crear gañanes
tan potentes, tan sofisticadamente estultos. Sólo la adaptación de una
generación tras otra, repitiendo errores y conductas demenciales, puede dar lugar a algo tan perfecto.