viernes, 16 de abril de 2010

La ostia en moto de Bob Dylan




Parece ser que aún se levanta un telón de misterio en torno al accidente de moto que sufrió Bob Dylan en julio de 1966. En aquellos tiempos, el esquivo divo americano, tratado por los medios y la sociedad del mundo occidental como un oráculo de la cultura pop, hacía poco que acababa de protagonizar su sonado "paso a la electricidad" (yo oía esa expresión de pequeño y pensaba que aquel tipo de la voz chillona había decidido, por algún motivo concreto que se me escapaba, empezar a instalar frigoríficos, lavadoras y televisiones por toda su casa).
Lo cierto es que, aburrido de años aporreando guitarras acústicas y protestando mucho, decidió romper los límites que le imponía el folk y sumarse a la diversión y la libertad creativa que parecía representar entonces el Rock'n'roll, "traicionando" a todo un sector de palizas folkies (Joan Baez; Peter, Paul and Mary y otros tipos de esa calaña).
Bob había conocido personalmente a bandas de rock británicas como The Beatles o The Animals y lo que ellos representaban no tenía color con las chapas de las que imagino le debían hacer receptor sus coleguitas folkies. (ver "Jipis", pag. 00 P&B 1, o la entrada "El jipi de costa nijareño: descripción, hábitat y una anécdota)
Pero volvamos al accidente. Se dice que andaba mamado aquel 29 de julio de 1966 cerca de su casa de Woodstock, donde estaba pasando un gran rato con los buenos chicos de The Band. Tan mamado que decidió irse un rato a disfrutar de su Triumph Bonneville de 650 cc. (ahí, en las motos, tenía buen gusto el vate de Minnesota). Decía que salió de noche y mamado como sólo se puede mamar una estrella del rock. Así, parece que perdió el control y se marcó el típico "recto" en una curva maldita, con el resultado final de salir eyectado de su máquina con traumático resultado. (imaginad, queridos lectores, el vuelo desde la moto del pequeño gran poeta americano aderezado con un típico grito dylaniano: "eeeeeeeeeeeeeeinnnnnnnnn")
Se dijo que Bob se había partido el cuello y también otras barbaridades trágicas sobre sus heridas. Que si se había tragado una harmónica, que si por distintas fracturas, nunca volvería a poder tocar la guitarra. Pero lo único cierto es que Bob desapareció de escena aprovechando esta circunstancia. Sin duda debía estar bastante hasta los huevos de que le preguntaran constantemente sobre cualquier asunto como si él tuviese todas las respuestas, de que le asediasen los fans y de que le vilipendiasen los acérrimos seguidores del folk, así que, por lo que parece, debió decirse: -ajajá. Y, frotándose las manos, se escondió profundamente para trabajar con tranquilidad.
De esa temporada de tranquilidad, durante la cual leyó mucho la Biblia y aprovechó para disfrutar de la vida en familia con hijos, quedaron para la historia "The basement tapes" que al parecer grabó con The Band en su propia casa y que hoy en día constituyen un trabajo musical muy apreciado.
Aunque en aquella época se dió por cierta la gravedad del accidente, hoy en día se especula mucho con la teoría de que fingió una gravedad en las secuelas de su accidente que no era, ni de lejos, real. Que aquello no pasó de ser un susto del que sacó partido escondiéndose de palizas, colgaos, periodistas, fans (y probablemente de Joan-brasa- Baez).¿Qué decir? Yo aplaudo esa conducta. Aplaudo su paso a la electricidad y aplaudo su gusto en cuestión de motos. Si uno se tiene que piñar, mejor hacerlo con clase, mejor hacerlo con una Triumph.

3 comentarios:

  1. qué buena crónica efe lefer. Menos mal que Dylan escapó de la Baez, ciertamente....
    saludos, hermano

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